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Las principales características de un suelo son :
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La textura: es la proporción de los distintos tipos de partículas inorgánicas que constituyen el suelo. En los
suelos se encuentran mezclados limos, arenas y arcillas. Según la fracción que predomine, los suelos
tienen tres tipos de textura principales:

Textura arenosa: predominan las arenas. Suelos bien aireados pero pobres en nutrientes, fáciles de labrar, con baja retención de agua y muy permeables.
Textura limosa: predominan los limos. Suelos apelmazados, impermeables, con mala aireación, carecen de propiedades coloidales y apenas forman agregados.
Textura arcillosa: predominan las arcillas. Ricos en nutrientes, pero mal aireados e impermeables,
difíciles de labrar.

Los suelos que tienen una proporción equilibrada de los tres componentes son suelos francos,
ideales para el cultivo.

 

- La estructura:  consiste en la forma de aglomerarse que poseen las partículas.
Depende de la textura del suelo y de la cantidad de sustancias coloidales que posea el suelo, éstas son la arcilla y el humus, principalmente. Estas sustancias coloidales son las que se encargan de unir las partículas. Las estructuras que se diferencian son: grumosa, compacta y suelta, siendo la primera la que
tiene una porosidad y permeabilidad adecuadas, necesarias para la fertilidad del suelo.

 

-La porosidad viene determinada por la textura y estructura del suelo. Esta propiedad depende del espacio poroso que quede entre los grumos que forman las partículas del suelo, que puede ser ocupado por aire o por agua. Se expresa en tanto por ciento del volumen total. La porosidad favorece la aireación y el agua útil del suelo. Un buen suelo agrícola tiene aproximadamente un 50% de poros, la mitad ocupados por aire y la otra mitad por agua. La textura y estructura también determinan la permeabilidad, que es la velocidad a la que se infiltra el agua a través del suelo.


- Capacidad de intercambio iónico: el humus y la arcilla forman el complejo húmico-arcilloso debido a sus características coloidales. Este complejo aglomera partículas de limo y de arena produciendo la estructura granular, y al mismo tiempo, también adsorbe cationes en su superficie puesto que tanto la arcilla como el humus poseen cargas negativas. Todo ello contribuye a dotar al suelo de fertilidad. El complejo húmicoarcilloso intercambia estos iones con la fase líquida del suelo, estableciéndose un equilibrio entre ambas los cationes que se encuentran asociados a las arcillas con más frecuencia son el hidrógeno (H+), el
aluminio (Al3+), el sodio (Na+), el potasio (K+), el calcio (Ca2+) y el magnesio (Mg2+). En ocasiones, unos cationes reemplazan a otros, en un proceso conocido como intercambio de cationes. El catión aluminio, por ejemplo, es capaz de desplazar a cualquier otro catión que esté asociado a las arcillas. La retención de iones en los coloides del suelo ayuda a evitar la lixiviación por la acción de las aguas de las precipitaciones.

 

-El pH del suelo: los cationes del suelo se clasifican en cationes básicos (calcio, magnesio, potasio y sodio), que proporcionan al suelo características básicas, y cationes ácidos (aluminio, hidrógeno), que le confieren características ácidas. La importancia del pH del suelo estriba en que dependiendo del mismo se movilizan más o menos los nutrientes adheridos al complejo húmico-arcilloso (siendo más ácido se movilizan los aniones y más básico los cationes), lo cual influye en la fertilidad. Además, junto con otros factores, influye en el tipo de vegetación que puede crecer, y ello es importante para la agricultura y silvicultura. En suelos ácidos, donde la concentración de protones es alta, éstos desplazan a los cationes que desaparecerán por lixiviación, perdiendo el suelo los nutrientes esenciales. De ahí la importancia de que el suelo tenga un pH próximo a la neutralidad.

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